Música del Alma

jueves, 7 de agosto de 2008

Virtuoso cortejo

Una mañana recibí una llamada de mi amiga Monserrat López y la saludé de manera efusiva y afectuosa, pero noté tristeza y quebranto en su voz.

Me dió la lamenteble noticia del fallecimiento de su madre y quería que me hiciera cargo de atenderla. Inmediatamente me encaminé a su domicilio a realizar el levantamiento del cuerpo y dar algunas pequeñas instrucciones a la familia.

Luego al día siguiente después del servicio de velación en ésta ciudad, nos dirijimos a la comunidad de El Charco, cercana a la capital, en cuyo cementerio daríamos el último adiós a Doña Eva.


Monse, con toda la confianza que nos tenemos, me acompañaba en la carroza y pudimos ver juntos, cómo desde el entronque se nos emparejó en silencio una paloma blanca, que casi sin aletear, se fué pegadita al cofre y a la misma velocidad de la procesión. Fue justamente en la entrada al camposanto dónde se elevó al cielo y ya no la vimos más.

Este suceso nos sorprendió y llenó de júbilo el corazón, pues Monse y sus familiares dijeron que era el espíritu de su mamacita el que se nos había manifestado.

La verdad sea dicha: yo soy escéptico; pero ante algo tan maravilloso que me tocó presenciar no puedo negar que fué algo con tintes celestiales el vivir de cerquita ésta experiencia, pues son por lo menos unos siete kilometros lo que ésta palomita nos acompañó siempre pegadita a la carroza y en solemne actitud.

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