Al fin, padre, la luz me llega.
La hora de decirte adiós,
el momento de que el sufrimiento atroz
dé paso a mi descanso eterno.
Es la hora padre, de agradecerte
esa lucha mantenida,
el tesón, la voluntad rendida
a mi descanso eterno y no a mi suerte.
Es la hora, padre mío
de darte miles de gracias,
por dejarte tus ganancias,
en ponerle coto al pío.
Es la hora padre mío,
de que tronen las trompetas,
de truncar las pataletas
de acallar estúpidos líos.
Es la hora, padre hermoso
de que los equidistantes
dejen libertad a los amantes,
dejen morir libremente,
se opongan a las torturas,
de que abran al fin sus mentes,
y que acabe su locura.
Es la hora padre mío,
de saldar todas las cuentas.
Es la hora, padre mío,
es la hora,
de bendecir nuestra causa,
que como inmensa espora
sembrará nuevos bríos
en nuestros buenos amigos
y dejará indefensos
a nuestros enemigos.
La luz me atrae, padre mío,
la luz me llega,
la luz me invade,
la luz me lleva…
La hora de decirte adiós,
el momento de que el sufrimiento atroz
dé paso a mi descanso eterno.
Es la hora padre, de agradecerte
esa lucha mantenida,
el tesón, la voluntad rendida
a mi descanso eterno y no a mi suerte.
Es la hora, padre mío
de darte miles de gracias,
por dejarte tus ganancias,
en ponerle coto al pío.
Es la hora padre mío,
de que tronen las trompetas,
de truncar las pataletas
de acallar estúpidos líos.
Es la hora, padre hermoso
de que los equidistantes
dejen libertad a los amantes,
dejen morir libremente,
se opongan a las torturas,
de que abran al fin sus mentes,
y que acabe su locura.
Es la hora padre mío,
de saldar todas las cuentas.
Es la hora, padre mío,
es la hora,
de bendecir nuestra causa,
que como inmensa espora
sembrará nuevos bríos
en nuestros buenos amigos
y dejará indefensos
a nuestros enemigos.
La luz me atrae, padre mío,
la luz me llega,
la luz me invade,
la luz me lleva…
J. Ausín
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