Te prestaré por un tiempo a tu madre,
para que la ames, la admires
y la respetes mientras viva;
podrán ser diez, quince años...
tal vez veinte o más, hasta que la llame.
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Quiero que aprendas a vivir con su ejemplo;
busqué una maestra para tí.
Y la elegí a ella para que te guiara.
No te ofrezco que se quedará contigo
por que lo que va a la tierra a mi regresa.
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Ella te dará el amor, la ternura
y toda la comprensión de su experiencia.
Y el día que yo la llame
tu no llorarás ni me odiarás,
por regresarla conmigo.
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Su ausencia corporal quedará compensada
con los muchos y muy agradables recuerdos,
con ello tu luto será más llevadero
y habrás de decir
con gran humildad:
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"Señor hágase tu voluntad"
.
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Colaboración de Anita Cárdenas Ontiveros
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