Música del Alma

miércoles, 30 de julio de 2008

A veces los nervios traicionan

En ocasiones muy frecuentes me sucede que tengo que lidiar con clientela muy nerviosa y alterada, a continuación un ejemplo de ello:

Despues del servicio religioso iba yo conduciendo el cortejo rumbo al cementerio municipal no. 3.
La viuda quiso acompañar a su difunto esposo en la misma carroza y se fue sentada a un lado mïo.

Todo iba normal, es decir, yo discretamente miraba de reojo que ella en silencio sollozaba por su marido y al mismo tiempo me compadecía de la dama ya que se veía muy afectada.

Derrepente todo se tornó en llantos de terror por parte de la atribulada mujer, y es que al acabarse el pavimento e iniciar la terracería se escuchaba en el ataúd un seco y estridente: "TOC, TOC" y se repetía varias veces "TOC, TOC", "TOC, TOC" y así sucesivamnete con el movimiento por el terreno con un ritmo tal que parecía que el muertito era el autor del "toquido".

La espantada señora se bajó de la carroza aún en movimiento e hizo parar la procesión y llamó a sus hijos diciéndoles que su padre estaba vivo, que lo sacaran del ataúd ¡en fín, se armó la boruca!

Y es que había sucedido que en mis apuros, había colocado juntito al féretro el carrito/base con el que entramos al templo, el cuál cuenta con llantitas giratorias, mismas que por el contoneo y por lo sinuoso y accidentado del camino, golpeaban el ataúd provocando el misterioso sonido.

Aclarado el penoso asunto, ofrecí una disculpa y retiré el carrito a otro sitio, continuando con el cortejo fúnebre, claro está, que ya sin mi nerviosa acompañante, quién optó mejor por irse en un vehículo particular.

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