A mis 14 años tuve la desgracia de perder a mi abuelita Pepa, su existencia fué para mí lo mejor que me sucedió por siempre, unidos y muy cariñosa de manera muy especial conmigo, pues en realidad lo confieso con orgullo: fuí su chiple.
Resulta que después de volver del cementerio muy abatidos por el fatal desenlace, mi mamá y yo nos pusimos a revisar sus pertenencias que estaban en un baúl -de esos antiguos de metal con cuero y con una llavesota- y entre las cosas valiosas que me encontré, hubo una carta que me llamó poderosamente la atención por su título: CARTA DE UN SUICIDA.
De momento abrió mi curiosidad -aunado a mi corta edad y sin experiencia y el hecho tan nefasto que acababa de suceder- no fué hasta que la leí cuando comprendí que se trataba de una broma que seguramente le pareció chusca a mi abuelita y la conservó entre sus artículos cuando por muchos años vivió con nosotros.
A continuación transcribo textualmente la misiva, con el único fin de darle un toque ameno a éste tu espacio.
Junto al cadáver de un suicida se encontró una carta explicatoria, diciendo: No se culpe a nadie de mi muerte. Me quito la vida porque dos días más que viviese sería mucho martirio:
Verá usted, tuve la desgracia de casarme con una viuda. Esta tenía una hija. De haberlo sabido, nunca me hubiera casado con ella.
Mi padre, para mayor desgracia, era viudo y se enamoró y se casó con la hija de mi mujer. De manera que mi mujer era suegra de su suegro. Mi hijastra se convirtió en mi madrastra y mi padre al mismo tiempo ¡era mi yerno!
Al poco tiempo, mi madrastra trajo al mundo una niña que era mi hermana y a la vez era nieta de mi mujer, de manera que era abuelo de mi hermana. Después, mi mujer trajo al mundo un niño que, como era hermano de mi madrastra, era cuñado de mi padre, nieto de su hermana ¡y mi tío!
Mi mujer era nuera de su hija, yo soy en cambio padrastro de mi madrastra, y mi padre y su mujer son mis hijastros, mi hijo es mi bisnieto y tío de su tía. Además, yo soy ¡mi propio abuelo!
Me despido de éste mundo, por que de seguir con vida llegaría el momento en que perdería la razón por no saber quién carajos soy yo.
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