Sin embargo un difunto no podía sepultarse sin antes haber sido oficiado sus exequias correspondientes.
Por tal motivo algunos templos han optado por recibir al fallecido hasta el altar y sólo en compañía de 15 familiares cómo máximo. Los demás acompañantes deben esperar en las afueras del recinto, hasta que termine el oficio y poder continuar su camino al cementerio.
Así la familia queda satisfecha al ofrecer a su pariente el último adiós "cómo Dios manda" pero más satisfechos quedan los vendedores de refrescos y frituras que aprovechando la nube de gente pues salen de no sé donde y sacan jugosas ganancias del conglomerado.
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