La pérdida de un ser querido es desde mi punto de vista, la prueba más dura a la que podemos enfrentarnos. Reina la confusión y un enorme sentimiento de angustia y desasosiego se apodera de nosotros, inundándonos con un frenesí tan poderoso que no atinamos a clarificar ni poner en orden nuestros pensamientos y el actuar se torna inseguro…cómo en sueños…cómo si estuviéramos bajo el efecto de alguna droga.
Al cabo de unos días el panorama no mejora y es que la adaptación es paulatina, el duelo conlleva algunas etapas, siendo indispensable y saludable el transitar todas y cada una de ellas para poder así llegar a superar con éxito el dolor. Según mi entender éstas etapas se dividen en cuatro: la negación, la depresión (ejemplo: descuido personal, enojo y soledad), el alivio y la aceptación.
Cada una requiere por lo general, de ayuda profesional, pero en ocasiones es sano vivirlas y aprovechar ésos momentos de reflexión que irremediablemente se presentarán e intentar sacarles provecho. Claro está que cada caso será distinto, esto depende del carácter individual, pero repito, inténtalo sólo.
Durante la “depre” nos sentimos abandonados. Procura compañía de gente optimista y largas conversaciones aunque te parezcan sosas. En caso de no tener a quién recurrir, salte al parque o ve al cine, por citar un ejemplo.
Si después de tres meses crees que no has mejorado, es tiempo de pensar en consultar con un terapeuta. Recuerda que éste espacio te ofrece ayuda sicológica de alto nivel sin fines de lucro.
Seamos campeones y llevemos con orgullo la memoria de gente tan maravillosa que sólo se nos adelantaron un poco en el camino.
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